Vistas de página en total

domingo, 5 de junio de 2011

La espiritualidad en la sociedad

La espiritualidad no consiste en hacer cosas "extraordinarias". ¿Cómo tratas a los animales?, ¿a tus padres? ¿y a tus hermanos?. Haz extraordinarios actos cotidianos, esa es la grandeza del espiritualista. Tenemos que aprender a comenzar con estas cosas, ésta es la primera materia prima a pulir y llenar de Luz. ¿De qué te sirven los pranayamas que aprendes en tus clases de yoga si tu marido no sabe respirar?; ¿de qué saber alimentarte si tus hijos tienen desórdenes alimenticios?. No hagamos de la espiritualidad una fantasía y mucho menos una hipocresía. No te aísles del mundo creyendo saber algo más que los demás, al contrario, trata de relacionarte más y servir. No seas un sirviente, sé un servidor. La evolución de un ser humano no se mide por lo que conoce, sino por lo que hace con ese conocimiento. Si hay coherencia se transforma en sabiduría. No hay mucho más que decir sobre la espiritualidad. La alquimia incluso se encuentra en tú cocina, la magia en tus pensamientos, y la religión en tus quehaceres cotidianos.

El valor de dar

El hombre vive en opresión, lleno de culpas y resentimientos, vivir limitado a condicionamientos pasados o bien a futuros resultados en los que los propios pensamientos sean un fruto de su propia irresponsabilidad es caer en el vacío de algo que está muerto o no existe. La vida se compone de cosas sencillas y amables en las que la armonía es la base fundamental de todo hecho, acto o decisión, empezamos a corresponder según nos vayan dando, sin saber que el hecho de dar en sí es la máxima alegría para el corazón, el saberse que ha sido dado por algo que merece la pena tener en nuestras vidas, por algo tan simple como servir un desayuno, ir a trabajar en una empresa que te tiene en cuenta cada vez que lo necesitas, por tu entrega y tu participación en ella, o por el simple hecho de cambiar los pañales a un bebe para que se sienta limpio, protegido y tranquilo. ¿Hay alguna mayor alegría en eso?. Seguimos muy preocupados por lo que piensen de nosotros y seguimos engañándonos consecutivamente y por desgracia constantemente, es como una especie de rol que hemos instalado en la sociedad, tú me das, yo te doy, si no me das, entonces hay un fallo porque yo te dí para que me dieras, y yo me pregunto, ¿de quién es el fallo?, ¿del que dá para recibir o del cree que debe recibir?. Valoremos, porque cuando estamos bien no nos acordamos del que estuvo ahí cuando estábamos mal, es como cuando hacemos bien noventa y nueve cosas y una mal de cien, esas noventa y nueve ya no valen, aprendamos a valorar lo que nos dan, porque no hay mayor desgracia que perder lo que no hemos valorado y peor castigo al darnos cuenta de su valor hasta que lo hemos perdido.