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miércoles, 14 de septiembre de 2011

Tus heridas invisibles



Imagina la siguiente situación: Un niño de cinco años se encuentra en la cocina acompañado de su madre, cenando distraída y lentamente un plato de ensalada. Mientras está masticando un trozo de tomate, golpea sin querer un vaso y lo tira el suelo, provocando un estrépito de cristales rotos y un doloroso cachete de su madre, que le riñe por jugar mientras come. El niño, dolido por la inesperada reprimenda, rompe a llorar, pero eso sólo sirve para que su madre le siga riñendo mientras intenta meterle otro trozo de tomate en la boca. Si analizáramos las reacciones de este niño en este episodio de su vida, veríamos que hay una gran intensidad en cuanto a los estímulos físicos, emocionales y mentales que siente. El niño percibe al mismo tiempo el sabor del tomate, el coscorrón en la nuca, la visión del vaso roto en el suelo, la angustia por disgustar a su madre, el impacto emocional de la agresión recibida, y la impotencia por no poder expresarse plenamente. Todo ocurre de forma solapada y en pocos segundos, pero es suficiente para que quede gravada en su mente como una experiencia dolorosa no asimilada. Una situación cotidiana como ésta, puede ser suficiente para dejar una “marca” en una personalidad de un niño, que todavía no dispone de los recursos de un adulto. Pasados los años, cuando esta persona es un adulto, puede no hacerle mucha gracia el sabor del tomate, especialmente crudo, y (incomprensiblemente para la persona) se altera exageradamente ante las roturas de objetos que caen al suelo. Esto hace que sea inflexible respecto al buen comportamiento de sus propios hijos en la mesa, con la consecuente influencia sobre los mismos. De esta forma, un nuevo ciclo vuelve a empezar, propagándose el conflicto a través del tiempo mediante las nuevas generaciones...


Este puede ser un ejemplo donde se genera un pequeño trauma en la vida cotidiana, y sobre como se propaga de generación en generación. Los traumas (o “engramas”, en terminología oriental) se pueden definir como HERIDAS emocionales pendientes de solución. Al igual que una herida física, ésta puede haberse generado por un impacto más o menos violento (no es lo mismo que tu padre te riña, te pegue o que abuse sexualmente de ti), y la herida en sí puede ser más o menos grave o más o menos dolorosa (dependiendo de las características personales de la persona que la sufre). Sin embargo, todas las heridas emocionales se originan siempre en un momento concreto y se HACEN SENTIR de infinidad de maneras diferentes según el individuo. Esto último es importante ya que implica que, seamos conscientes o no de nuestro conflictos del pasado, lo cierto es que EN TODO MOMENTO sentimos sus efectos. O sea, que tanto las heridas que detectamos como tales, como las que hemos detectado pero no nos atrevemos a examinar (son demasiado feas, así que mejor no hacerles caso... a ver si así desaparecen!), como las que todavía no hemos descubierto..., TODAS, nos están afectando en todo momento. Para la mayoría de nosotros, casi todos estos conflictos emocionales son INCONSCIENTES, es decir, que no nos damos cuenta ni de su existencia ni de sus efectos en nuestro comportamiento. Puede ser que odies tal olor...y no sabes porqué. Puede ser que te resulten repulsivas las personas de cabello oscuro y largo y no sabes por qué... O que no soportes tal sabor, o tal color, o los espejos, o los sitios cerrados, etc... Pueden ser muchas de estas cosas y muchas más, y ni siquiera has reparado en ello (a no ser que sea una fobia claramente definida) Y es que la mayor parte de nosotros estamos DOMINADOS por el efecto de muchísimas heridas sin curar. Esto hace que no seamos individuos AUTENTICOS, sino seres REACTIVOS. Lo que nos gusta o nos disgusta, nuestra respuesta ante una situación, nuestras motivaciones, nuestros pensamientos, nuestros deseos... Ese misterioso mundo interno nuestro, de donde salen todas las cosas que conforman tu vida externa y cotidiana, se encuentra profundamente afectado por situaciones que han dejado huella en ti, y restan pendientes de resolver. Es decir, dicho de forma breve: en cierto modo eres un esclavo del elemento emocional de tu persona. Una marioneta herida controlada por tu propio pasado. Gran parte de tus opiniones no son, verdaderamente, TUS opiniones. Son un producto de las creencias que has generado en base a tus experiencias en el pasado, particularmente en la infancia. Lo que opinas de política, la elección de tu profesión, el lugar donde vives, tus juicios hacia tus padres y hacia los demás, tu forma de vestir..., todo lo que caracteriza tu persona, está influenciado por momentos pasados en los que decidiste que algo era bueno o malo según una experiencia que viviste...y que ya no recuerdas.


Solo aquellos que han sanado suficientes heridas del pasado (dejando las cicatrices consecuentes) pueden considerar que manejan su vida con cierta libertad. Se trata de aquellos que han logrado conocerse a sí mismos lo suficiente para reconciliarse con su pasado y alcanzar la integración personal. Integración personal significa que tus emociones están en paz, tu mente está enfocada y aquietada y tu cuerpo responde consecuentemente. De esta forma los tres elementos que forman tu personalidad actúan de forma armoniosa, de forma “integra”. En mi opinión, el primer despertar importante del ser humano no tiene nada que ver con lo místico, el despertar del alma o la iluminación. Tiene que ver con la rotura de las cadenas que le anclan a su pasado. Fíjate que NO digo que todo tu comportamiento dependa UNICAMENTE de los traumas pasados. Digo que estás fuertemente influenciado por ellos, y que mientras éstos no se superen no podrás expresar tu verdadera identidad personal. No podrás saber QUIÉN eres si no prestas atención a tu pasado..., desde tu momento presente. Siguiendo con el ejemplo anterior, la personalidad adulta e INTEGRADA del individuo que en su infancia le riñó y pegó su madre, disfruta comiendo tomates y no siente extrañas perturbaciones al escuchar un vaso caer contra el suelo. Como ya he dicho, estas heridas emocionales que tanto nos afectan pueden ser más o menos profundas y más o menos evidentes para nuestra consciencia. Algunas son compartidas por colectivos enteros, según la influencia cultural del momento y el lugar donde la persona crece. Otras son, desgraciadamente, TAN comunes que todos podemos sentirlas en mayor o menor medida. Por ejemplo, las heridas por agresiones violentas, por abusos de todo tipo (físicos o emocionales), por carencias afectivas o materiales, etc...