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sábado, 25 de junio de 2011

Construyendo puentes

No hace mucho tiempo, dos hermanos que vivían en granjas adyacentes cayeron en un conflicto. Este fue el primer conflicto serio que tenían en 40 años de cultivar juntos hombro a hombro, compartiendo maquinaria e intercambiando cosechas y bienes en forma continua. Esta larga y beneficiosa colaboración terminó repentinamente. Comenzó con un pequeño malentendido y fue creciendo hasta llegar a ser una diferencia mayor entre ellos, hasta que explotó en un intercambio de palabras amargas seguido de semanas de silencio. Una mañana alguien llamó a la puerta de Luis. Al abrir la puerta, encontró a un hombre con herramientas de carpintero. -"Estoy buscando trabajo por unos días", dijo el extraño, "quizás usted requiera algunas pequeñas reparaciones aquí en su granja y yo pueda ser de ayuda en eso". "Sí", dijo el mayor de los hermanos, "Tengo un trabajo para usted. Mire al otro lado del arroyo aquella granja, ahí vive mi vecino, bueno, de hecho es mi hermano menor. La semana pasada había una hermosa pradera entre nosotros y el tomó su buldózer y desvió el cauce del arroyo para que quedara entre nosotros. Bueno, el pudo haber hecho esto para enfurecerme, pero le voy a hacer una mejor. ¿Ve usted aquella pila de desechos de madera junto al granero? Quiero que construya una cerca, una cerca de dos metros de alto, no quiero verlo nunca más." El carpintero le dijo: "Creo que comprendo la situación. Muéstreme donde están los clavos y la pala para hacer los hoyos de los postes y le entregaré un trabajo que lo dejará satisfecho." El hermano mayor le ayudó al carpintero a reunir todos los materiales y dejó la granja por el resto del día para ir por provisiones al pueblo. El carpintero trabajo duro todo el día midiendo, cortando, clavando. Cerca del ocaso, cuando el granjero regresó, el carpintero justo había terminado su trabajo.
El granjero quedó con los ojos completamente abiertos, su quijada cayó. ¡No había ninguna cerca de dos metros! En su lugar había un puente -¡un puente que unía las dos granjas a través del arroyo!- Era una fina pieza de arte, con todo y pasamanos. En ese momento, su vecino, su hermano menor, vino desde su granja y abrazando a su hermano le dijo: "¡Eres un gran tipo, mira que construir este hermoso puente después de lo que he hecho y dicho!". Estaban en su reconciliación los dos hermanos, cuando vieron que el carpintero tomaba sus herramientas. "¡No, espera!", le dijo el hermano mayor. "Quédate unos cuantos días. Tengo muchos proyectos para ti" , le dijo el hermano mayor al carpintero. "Me gustaría quedarme", dijo el carpintero, "pero tengo muchos puentes por construir".

Cartas del día Sábado 25 de Junio. Tarot Zen y Rider Waite

EL rayo: La lucidez estimula a la gente, pero el brillo excesivo la inhibe. Soñando: El gran maestro Taoísta Chuang Tzu soñó una vez que era una mariposa revoloteando aquí y allá. En el sueño no tenía conciencia de su individualidad como persona. Era sólo una mariposa. De pronto, se despertó y se encontró ahí acostado, una persona otra vez. Pero entonces pensó para sí mismo, "¿Era antes un hombre que soñaba ser una mariposa, o soy ahora una mariposa que sueña ser un hombre?" A veces uno parece tan aparentemente tranquilo y feliz, y de repente, es como si cayera un rayo conmoviéndolo todo hasta las entrañas. Aquí, en el Arcano XVI del Tarot Zen de Osho, conocido como EL RAYO, lo vemos con toda claridad. En el fondo la imagen de alguien en meditación. Poderosos rayos sobre él y personas cayendo por efecto de la convulsión dando vueltas entre el fuego. ¿Inquietante, verdad? Sin duda puede serlo, pero a estas alturas ya sabemos que se trata de advertencias para tener en cuenta y tomar las medidas adecuadas, ya sea para sobrellevarlas o para modificarlas. A veces uno está tan dormido que es necesario darle un buen golpe para que despierte. Esto lo saben muy bien los maestros Zen; y este Tarot toma como modelo tal enseñanza así que no debe extrañarnos la aparente dureza, que sólo está ahí para que uno por fin despierte.
En el Rider Waite, el Arcano XVI recibe el nombre de LA TORRE. Se fija más en el objeto que recibe la convulsión que en el origen de dicho movimiento. ¿Por qué ha de caer un rayo en una torre tan hermosa? A lo mejor, sencillamente, porque nos hemos acostumbrado tanto a la Torre que ni le prestamos la menor atención. Esta carta, en muchas ocasiones se identifica con un divorcio, por ejemplo. Aunque no es el único aspecto, sí me parece apropiada esta sugerencia para explicar el significado basándonos en algo muy concreto. ¿Anuncia un divorcio inminente? Podría ser, pero ¿quién tiene la capacidad para tomar esa decisión? Mucho me equivoco o la decisión depende de una pareja. Entonces, en lugar de pronosticar resultados, es importantísimo detenerse en el aviso que se nos hace: hay una gran crisis, se ha desatado la tormenta, pero la dirección que ésta lleve tiene muchísimo que ver con tu forma de manejar la situación. Ante este aviso, uno se pone a pensar; incluso diría más, se pone a SENTIR, y pondera todo lo que puede perder si no se pone de inmediato a trabajar en la solución de su situación. A modo de ejemplo, ¿es bastante claro, no? La Carta nos habla de salir de nuestra cerrazón; nos avisa de que si uno no está dispuesto a hacerlo, el Cielo puede asumir la tarea de ayudarle provocándo una convulsión. En definitiva sería: ¿colaboras en solucionar la situación o provocamos una tormenta para que te des cuenta? La decisión es, por el momento, tuya. ¿Qué vas a hacer al respecto? ¿Merece la pena intentar salvarse de la tormenta? ¿Sí? Pues, entonces, ¡adelante! De una crisis vivida y resuelta con plena conciencia, uno sale enormemente vivificado.

Leyendas de los indios sioux: El amor, el individuo y la pareja

Cuenta una vieja leyenda de los indios sioux que, una vez, hasta la tienda del viejo brujo de la tribu llegaron, tomados de la mano, Toro Bravo, el más valiente y honorable de los jóvenes guerreros, y Nube Alta, la hija del cacique y una de las más hermosas mujeres de la tribu. - Nos amamos -empezó el joven. - Y nos vamos a casar -dijo ella. - Y nos queremos tanto que tenemos miedo. - Queremos un hechizo, un conjuro, un talismán. - Algo que nos garantice que podremos estar siempre juntos. - Que nos asegure que estaremos uno al lado del otro hasta encontrar a Manitú el día de la muerte. - Por favor -repitieron-, ¿hay algo que podamos hacer? El viejo los miró y se emocionó de verlos tan jóvenes, tan enamorados, tan anhelantes esperando su palabra. - Hay algo... -dijo el viejo después de una larga pausa-. Pero no sé... es una tarea muy difícil y sacrificada. - No importa -dijeron los dos. - Lo que sea -ratificó Toro Bravo. - Bien -dijo el brujo-, Nube Alta, ¿ves el monte al norte de nuestra aldea? deberás escalarlo sola y sin más armas que una red y tus manos, y deberás cazar el halcón más hermoso y vigoroso del monte. Si lo atrapas, deberás traerlo aquí con vida el tercer día después de la luna llena. ¿Comprendiste? La joven asintió en silencio.
- Y tú, Toro Bravo -siguió el brujo-, deberás escalar la montaña del trueno y cuando llegues a la cima, encontrar la más brava de todas las águilas y solamente con tus manos y una red deberás atraparla sin heridas y traerla ante mí, viva, el mismo día en que vendrá Nube Alta... salgan ahora. Los jóvenes se miraron con ternura y después de una fugaz sonrisa salieron a cumplir la misión encomendada, ella hacia el norte, él hacia el sur... El día establecido, frente a la tienda del brujo, los dos jóvenes esperaban con sendas bolsas de tela que contenían las aves solicitadas. El viejo les pidió que con mucho cuidado las sacaran de las bolsas. Los jóvenes lo hicieron y expusieron ante la aprobación del viejo los pájaros cazados. Eran verdaderamente hermosos ejemplares, sin duda lo mejor de su estirpe. - Volaban alto? -preguntó el brujo. - Sí, sin dudas. Como lo pediste... ¿y ahora? -preguntó el joven- ¿lo mataremos y beberemos el honor de su sangre? - No -dijo el viejo. - Los cocinaremos y comeremos el valor en su carne -propuso la joven. - No -repitió el viejo-. Hagan lo que les digo. Tomen las aves y atenlas entre sí por las patas con estas tiras de cuero... Cuando las hayan anudado, suéltenlas y que vuelen libres.
El guerrero y la joven hicieron lo que se les pedía y soltaron los pájaros. El águila y el halcón intentaron levantar vuelo pero sólo consiguieron revolcarse en el piso. Unos minutos después, irritadas por la incapacidad, las aves arremetieron a picotazos entre sí hasta lastimarse. - Este es el conjuro. Jamás olviden lo que han visto. Son ustedes como un águila y un halcón; si se atan el uno al otro, aunque lo hagan por amor, no sólo vivirán arrastrándose, sino que además, tarde o temprano, empezarán a lastimarse uno al otro. Si quieren que el amor entre ustedes perdure, "vuelen juntos pero jamás atados".